En ningún momento me había parado a
pensar en lo maravilloso que es conocer a alguien que te llene el
espíritu, aunque sólo fuera con palabras, hasta que te fuiste. -
En ese momento habían pasado cientos
de personas por mi vida, y un elevado porcentaje de ellos estoy casi segura
que no volveré a ver, a no ser que el destino se vuelva caprichoso.
Por ello es curioso, que habiendo conocido a tantas personas y
habiéndolas perdido de vista hace tiempo sin mucho disgusto, me
trastornara el perderte a tí.
Creo que también por eso no hice nada
para retenerte, no pensaba que te fuera a echar en falta. Además
siempre había tenido presente que era yo la que me marchaba, y que
te encontraría en el mismo sitio cuando me entrara en gana. Pero tu
también te marchaste. Y ahora no te puedo encontrar. Mi paz de alma,
tormenta ¿donde estás?
Me habría pasado escuchando historias
tuyas toda la vida. Cada día aprendía algo nuevo de tí, y cada día
lo sigo haciendo aunque ya no estés. Eras la fuerza contenida en un
baúl resquebrajado a punto de explotar, desafiando cualquier límite
e imponiendo tu naturaleza sobre todo lo demás.
Por eso te has ido y no te juzgo, pero
no te puedo encontrar.
A veces me encuentro esperando ansiosa un capricho del destino, una obra magistral que nos
reencuentre y nos brinde otra oportunidad. Y siempre en los días
lluviosos mientras voy por la acera mojada, espero ver tu mirada
directa y penetrante al levantar un poco la visera de mi paraguas.